miércoles, 24 de septiembre de 2008

Las guerras del futuro se librarán en el cerebro

Fuente: Fecyt

Un informe para el Gobierno de EEUU muestra los usos de la neurociencia cognitiva en el terreno militar 

En un futuro no muy lejano, los soldados podrán manejar máquinas de ataque con su mente, usar fármacos para debilitar al enemigo o hacer imposible que sus prisioneros mientan en los interrogatorios. Éstas son sólo tres de las muchas predicciones que menciona el informe Neurociencia Cognitiva Emergente y Tecnologías Relacionadas, elaborado por la Academia Nacional de Ciencias de EEUU para el Departamento de Defensa del país norteamericano.

El estudio recoge el estado de las investigaciones sobre el cerebro, sus cambios físicos o la relación de éstos con los estados psicológicos que determinan la conducta humana. También dibuja su posible evolución en los próximos 20 años. Por último, y esto lo que más interesa a los militares, mide el impacto de la neurociencia en la seguridad.

El trabajo, de 115 páginas, se centra en los tres ámbitos más prometedores y de mayor implicación militar: interfaz cerebro-máquina, fármacos cerebrales y neuroimagen funcional.

100.000 millones de neuronas

En los últimos 15 años se ha producido una gran convergencia entre el estudio del cerebro y su relación con la conducta, por un lado, y la informática y las tecnologías de la información, por otro. De hecho, como se dice en el informe, sin la moderna tecnología (potentes ordenadores, programas de simulación y redes) el estudio de un órgano que contiene 100.000 millones de neuronas -capaces, cada una de ellas, de establecer 50.000 conexiones o sinapsis-, sería imposible.

La base de un interfaz cerebro-máquina (BCI) es la captura de las emisiones de energía del cerebro con dispositivos. El método más conocido coloca electrodos sobre el cerebro. Gracias a la plasticidad de este órgano, con unas horas de entrenamiento el usuario puede realizar tareas sencillas sólo con pensarlo. Sin embargo, el estudio afirma que, hoy en día, los BCI existentes no aportan una ventaja comparativa al uso de las manos en el manejo de robots.

El uso militar de medicinas y drogas viene de antiguo. Pero los neurofármacos han despertado más de una fantasía en los militares. Dos son las líneas que más les interesan: medicamentos que mejoren las capacidades para el combate de sus hombres y aquellos compuestos que debiliten al enemigo.

En este ámbito, el informe da una gran importancia a la nanotecnología. Los procesos de miniaturización están abriendo nuevas formas de administrar medicinas y, en el futuro, podrían permitir superar la Barrera Sangre-Cerebro, un mecanismo que tiene el organismo para que sustancias neurotóxicas no pasen al tejido cerebral.

El trabajo es más extenso, y a la vez, escéptico, en el terreno de la neuroimagen funcional. Aunque existen una decena de formas de tomar imágenes del cerebro y sus cambios físicos, los autores dudan de que se pueda inferir pensamientos de la lectura de un escáner. La variabilidad cerebral a lo largo de la vida del sujeto, así como entre personas, hace inviable la creación de modelos globales.

Pero las objeciones más importantes son otras. Varios miembros del panel de expertos dudan de que se puedan comprender las relaciones entre la actividad cerebral y tareas específicas, estímulos y, en último término, la conducta humana. Además, los psicólogos conductuales defienden que el ambiente, la geografía y la cultura también moldean el cerebro.

Por último, se dedica un capítulo entero a recoger objeciones éticas: a medida que el uso militar de la neurociencia se vaya popularizando, puede desarrollarse una conciencia de rechazo, como pasó con las armas químicas y nucleares.

El sueño de detectar la mentira
Varias tecnologías de neuroimagen buscan la manera de leer la mente

En el futuro, la lectura continua y en tiempo real de los resultados de escáneres cerebrales podrían ayudar en determinadas labores de inteligencia con enemigos capturados. Por otro lado, un mejor conocimiento del cerebro de los soldados facilitaría el desarrollo de nuevas técnicas de adiestramiento, aumentando su capacidad de aprendizaje y su memoria.

Uno de los temas más estudiados es el de la detección de la falsedad y la ocultación de información. William Marston, el padre del polígrafo, cree que hay una única respuesta fisiológica durante la mentira (en forma de aumento de la presión sanguínea, ritmo de la respiración y actividad eléctrica en la dermis).

Sin embargo, los neurólogos especializados en este campo rechazan esa visión tan reduccionista. Por eso, las distintas técnicas de recogida de imágenes de la actividad cerebral (electroencefalografía, resonancia magnética, tomografía por emisión de positrones...) tienen aún difícil saber si alguien está mintiendo.

Las prótesis cerebrales convertirán a los soldados en ciborgs

Aunque según el informe del Gobierno de EEUU es improbable el modelado del cerebro en las próximas dos décadas, no es descabellado que sí lo sean algunos de sus subsistemas. Esto podría permitir la creación de sistemas que, a modo de prótesis, asistieran al cerebro, suministrándole información de diferentes bases de datos en tiempo real.

El avance en la nanociencia y la nanotecnología ya empieza a permitir la fabricación de sensores magnéticos casi microscópicos, que servirían para hacer mapas de alta resolución de la zona de combate. También posibilitaría a los soldados portar nanodispositivos de combate. En sentido inverso, la informática fisiomimética dotará de inteligencia artificial a las máquinas. Robots y sistemas podrían realizar tareas sencillas pero de bajo riesgo para las tropas que entren en combate.

Por último, los interfaces hombre-máquina para el control de sistemas de armas harán posible el manejo de vehículos no tripulados y de armamento con el cerebro.

Los fármacos mejorarán a los combatientes y debilitarán al enemigo

En medio de gran debate ético sobre sus usos futuros, los autores del estudio hacen un listado de fármacos potencialmente útiles en el ámbito de la inteligencia y la guerra.

Los opiáceos en forma de aerosol, como el fentanil, usado por los rusos durante el secuestro del teatro Dubrovka por un comando checheno, se han confirmado como un excelente incapacitante que provoca narcolepsia repentina. Aunque como ya ocurría con la mayoría de las armas químicas, estas drogas no letales tienen el problema de su difícil propagación, así como de lo indiscriminado de sus efectos.

Por otro lado, se habla de algunas medicinas que se usan en la actualidad para tratar desórdenes psiquiátricos, pero que, administradas a personas sanas, pueden tener el efecto de aumentar determinadas capacidades de los soldados. Compuestos como el modafinil, el propranolol o el metilfenidato favorecen aspectos como la atención, el aprendizaje o la capacidad de retentiva.

martes, 23 de septiembre de 2008

CIENCIA FICCIÓN VUDÚ

El título de este artículo copia el de un libro que trata precisamente lo que algunos ya han llamado "ciencia vudú" (woodoo science). Ése era precisamente el título de un interesante (y también, en algunos aspectos, discutible.) libro de Robert L. Park, catedrático de física en la universidad de Maryland (EE.UU.) y director de la oficina de Washington de la Sociedad Americana de Física.

Tal vez en un vano intento por salvaguardar la imagen respetuosa de la ciencia, los editores españoles del libro no se atrevieron con el nuevo término y añadieron al título una "o" inexistente en el original: CIENCIA O VUDÚ: DE LA INGENUIDAD AL FRAUDE CIENTÍFICO (Grijalbo, Arena abierta, 2001). Pretenden así separar los dos campos: ciencia y vudú, olvidando que, a veces, la mala ciencia se reviste de características parecidas a las de la peor magia o vudú.

Los ejemplos clásicos de esa ciencia vudú de que nos habla Park surgen, como casi siempre, del presunto intento de burlar los principios de la termodinámica y obtener fuentes de energía que resulten al mismo tiempo, buenas, baratas e inagotables. El caso paradigmático analizado por Park es el tema de la todavía hoy inexistente fusión fría anunciada ya el 23 de marzo de 1989 por Martin Fleischmann y Stanley Pons en la universidad de Utah. Park disculpa en cierta forma la "ingenuidad" de esos investigadores a los que imagina honestos aunque equivocados, pero no olvida otras proclamaciones no tan serias pero de parecido efecto llevadas a cabo por diversos charlatanes supuestos inventores de fuentes inagotables de misteriosa energía: la máquina energética de John Newman, la pila de James Paterson, etc.

Desgraciadamente, Park, arrimando el ascua a su sardina ideológica, incluye también en el libro, como si fueran ejemplos de ciencia vudú, algunos casos de los que, honestamente, todavía no sabemos a ciencia cierta qué decir: el posible calentamiento global del planeta por el efecto invernadero, el presunto efecto perjudicial de las líneas de alta tensión o las antenas de telefonía móvil, o la temida inseguridad de los productos transgénicos (cierto es que Park, al escribir el libro, no sabía, por ejemplo, del reciente caso de contaminación por transgénicos del maíz en Méjico...).

Etiquetar como "ciencia vudú" esas preocupaciones todavía no contrastadas completamente (ni en un sentido ni en otro) resulta, en términos científicos, todavía prematuro. Más interesantes parecen las opiniones de Park a este respecto sobre el enfrentamiento entre "pesimistas malthusianos" y "optimistas tecnológicos", una distinción que explicaría incluso sus propias opiniones. En este aspecto, el punto de vista de Park resulta demasiado cercano al del establishment del poder constituido para que un lector inteligente no perciba el posible origen de su intención.

Más sólidas parecen las críticas de Park a otros fraudes o ingenuidades como el presunto poder de la meditación trascendental, los poco fiables experimentos de J.B. Rhine sobre percepción extrasensorial (vulgo: telepatía) en la universidad Duke de Carolina del Norte durante los años treinta, la vitamina "O", la terapia biomagnética, la homeopatía y la ley de similitud de Hahnemann con sus múltiples y continuadas disoluciones, y un largo etcétera de casos paradigmáticos de la ciencia mal entendida o, mejor, utilizada como etiqueta de promoción y venta de productos completamente a-científicos.

Ciencia ficción vudú

La denominación "ciencia vudú" acuñada por Robert L. Park puede aplicarse también a algunas variedades de la peor ciencia ficción, un curioso tipo de fraude que podríamos denominar la "ciencia ficción vudú".

Suele ser habitual confundir ciencia ficción con la ficción meramente fantástica, un fenómeno que empieza a ser, en mi opinión, demasiado extendido. Pero también existe el caso complementario de confundir exageradamente la ciencia ficción con la ciencia y de usar la creatividad de una y el prestigio de la otra para montar brillantes negocios con los que atrapar a los más incautos.

El caso paradigmático en la historia de la ciencia ficción es el de la dianética, una falsa ciencia muy lucrativa surgida de la imaginación de L. Ron Hubbard (1911-1986), y convertida hoy en la base ideológica de una potente secta religiosa.

Hubbard fue un escritor estadounidense de ciencia ficción de segunda o tercera fila en cuya obra narrativa se potenciaban los supuestos poderes de la mente. Ése era un tema bastante habitual en la ciencia ficción de los años cuarenta y cincuenta, posiblemente a raíz de los poco fiables experimentos sobre percepción extrasensorial realizados por J.B. Rhine, en la universidad de Duke en Carolina del Norte (EE.UU.).

Quiso la casualidad que el editor de Astounding, el hoy respetado John W. Campbell Jr., se interesara un tanto exageradamente por las ideas de Hubbard y ayudara a propagar la dianética desde su revista. En 1950, se publicó en Astounding (una revista de ciencia ficción, no lo olvidemos...) un largo artículo sobre la dianética considerada como una fabulosa psicoterapia redentora capaz de liberar la mente humana de todos sus problemas. El hecho coincidió, no por casualidad, con la publicación de THE MODERN SCIENCE OF MENTAL HEALTH (1950) del mismo Hubbard, quien no tuvo problema alguno en traspasar algunas ideas de sus relatos de ciencia ficción a una "moderna ciencia de la salud mental"; un caso que, retomando el subtítulo español del libro de Park de que hablábamos antes, sugiere más claramente el fraude que la ingenuidad, visto el gran negocio posterior en que se convirtió el asunto.

En 1952, Hubbard fundaba la Iglesia de la Cienciología, hoy considerada como una de las más peligrosas sectas destructivas de la personalidad a juicio de muchos gobiernos del planeta. Basada en la dianética y con una cobertura presuntamente científica, la actividad principal de esa "iglesia" se centra en los diversos cursos y estadios a superar (pagando, naturalmente...) para librar la mente de opresiones. Aunque hoy se tienda a olvidarlo, Hubbard también creía que los traumas podían ser incluso pre-natales y proceder de una anterior reencarnación. Sin comentarios.

En la dianética, un terapista llamado "auditor" anima al paciente a manifestar sus fantasías con la ayuda de una especie de detector de mentiras llamado e-meter. Una especie de versión ciencia-ficcionística del psicoanálisis que ha resultado, a la postre, mucho más lucrativa que la infructuosa caza del "orgón" a que se dedicó el psicoanalista Wilheim Reich (1897-1957) autor, pese a todo, de un interesante libro sobre la psicología de masas del fascismo. En 1956, Reich fue condenado a dos años de cárcel, experiencia de la que Hubbard se libró, tal vez por su habilidad para convertir en religión esa ciencia ficción vudú de la dianética. La fórmula resultó sencilla para Hubbard y sus secuaces: usufructuar el prestigio de la ciencia y abusar del poder que confieren las revelaciones obtenidas en las sesiones de "audición" para construir una exitosa "religión" muy típica del siglo XX.

El caso de la dianética y la iglesia de Hubbard ha sido siempre una lacra en la historia de la ciencia ficción, un abuso censurable que algunos autores han intentado exorcizar de alguna manera. En 1980, Norman Spinrad, un brillante escritor del género, imaginó una secta parecida a la de Hubbard, el transformacionalismo, también creada por un cínico escritor de ciencia ficción. Lo hizo en una interesante novela, EL JUEGO DE LA MENTE (Ediciones B, 1989), donde Spinrad intenta mostrar los mecanismos psicológicos por los cuales incluso una persona inteligente puede dejarse atrapar por una secta destructiva.

Lógicamente, cualquier lector informado no puede dejar de pensar en la cienciología de Hubbard como inspiradora directa del transformacionalismo de ese peligroso juego de la mente que describe Spinrad. Debo decir que Spinrad, posiblemente más asustado de lo que uno podría esperar o imaginar, siempre me ha dicho que la asociación entre transformacionalismo y cienciología es algo a lo que él quiere ser ajeno y que, en cualquier caso, se trataría de una asociación del lector. Un claro ejemplo de que la ciencia ficción vudú, cuando se ha convertido en un lucrativo negocio, puede ser sentida incluso como muy peligrosa por parte de quienes la denuncian.

Pero siempre queda la constatación del gran éxito, tanto de la cienciología del mundo real como del transfomacionalismo de la novela de Spinrad en el influyente mundo de Hollywood. Una coincidencia que, pese a lo que pueda decir Spinrad, no parece ser tal, y es una evidente muestra de los peligros reales de la ciencia ficción vudú.

Ciencia ficción y OVNIS

Ya que hemos hablado aquí de ciencia ficción vudú a propósito de la dianética, no estará de más seguir con otras modalidades de fraude y/o ingenuidad (en la ciencia y fuera de ella) de que hablaba Robert L. Park en su libro sobre la ciencia-vudú.

Si la dianética (y, con ella, la cienciología) ha sido, es y sigue siendo un fraude para consumo de ingenuos y/o desesperados, hay otros temas (que el vulgo suele asociar demasiado acríticamente a la ciencia ficción) que también han generado "religiones" para ingenuos. Religiones posiblemente lideradas, como ocurre con tantas otras iglesias, por gente que también vive del fraude.

Yendo al caso concreto del que quiero tratar, a mucha gente le resulta excesivamente fácil asociar el "fenómeno OVNI" con la ciencia ficción. No es algo evidente: especular literariamente sobre la posible existencia de civilizaciones ex-traterrestres o en el contacto entre ellas, no tiene como corolario inmediato el creer a pies jun-tillas que hay alienígenas que ya nos han visitado.

Uno puede ser un buen aficionado, apreciar la ciencia ficción y, sin ninguna contradicción, "no creer" en los OVNIS. Ian Wat-son, en 1978, analizó el "fenómeno OVNI" en una entretenida e in-te-li-gen-te novela, VISITANTES MILAGROSOS (Ediciones B, 1987). Mi interpretación de lector me lle-vó entonces a pen-sar que, en la novela de Watson, el fenómeno OVNI residía no tanto en los OVNIS como en sus "creyentes", o en el mis-mo hecho de que haya nacido a su alrededor una cu-rio-sa pa-ra-fernalia a la que no han faltado "iglesias".

Yendo al centro del asunto, en realidad resulta muy difícil tomarse en serio algunas de las afirmaciones que hacen los sedicentes "investigadores del fenómeno OVNI". Al-gunos casos resultan sorprenden-temente curiosos, en particular, el de las personas "abducidas" o, en román paladino, presuntamente "secuestradas" a bordo de un OVNI. Como ésta es una experiencia difícilmente veri-ficable y repetible en condi-ciones controladas de forma objetiva, resulta completamente subjetiva y, por ello, bastante dudosa. Popper diría que no se trata de una afirmación falsable y, por tanto, resulta ajena al campo de la ciencia.

Los seres humanos constituimos una de las especies inteligentes del planeta Tierra y hemos ido evolucio-nando en un entorno determinado que ha configurado prácticamente todo lo que somos: forma humanoide, posición er-guida, simetría bilateral, manos con pulgar opuesto a los otros dedos, etc. Pero me temo que la evolución en otras condiciones distin-tas, ha de dar seres incluso mucho más distintos a nosotros que los simpáti-cos del-fi-nes. Por ello me pro-ducen risa y vergüenza ajena los humanoides cabezones y con grandes ojos oblicuos que vi-sionarios como Adamski y sus sucesores "abducidos" dicen haber cono-cido en sus contactos con aque-llos que "pi-lotan" los OVNIS. De una es-pecie in-teligente surgida en otra parte de nuestra galaxia lo espero casi todo, aunque lo que menos es-pe-ro es que tenga una forma corporal parecida a la nues-tra o unos ór-ga-nos similares a los que la evolución (el azar y la necesidad que decía Monod) ha selec-cionado para nosotros tras millones y millones de años en un planeta al que llamamos Tierra.

Lo más grave es que algunos desaprensivos escritores como Benítez, Von Daniken o Kolosimo disfracen sus "novelas" bajo la forma de "estudios in-novadores" que, en su interesada paranoia, presentan como arrancados a la ne-gra voluntad ocultadora de los servicios se-cre-tos. En los textos de los autores citados o en los de sus epígonos, ca-si siempre encontraremos un profesor (quien, muy acertadamente, nun-ca se llama Smith) que profesa en una remota universidad estadounidense y que representa la fuente úl-tima de autoridad: lo di-ce un profesor de una universidad norteamericana, ergo es dogma de fe.

Espero no herir (demasiadas) susceptibilidades con este co-men-tario, pero siempre me han resultado francamente ridículas al-gunas de las pretensiones de esos amantes de lo misterioso. Una de las más sorprendentes, es la voluntad de reclamar para su afi-ción el calificativo de "ciencia" o, cuando menos, de este ex-traño campo que ellos mismos denominan para-ciencias. Para mi pe-sar, sé que la ciencia, o mejor la tecnociencia en la denomi-nación que yo prefiero, se construye de forma muy diferente a como "investigan" los seguidores de las diversas "iglesias" para-científicas, incluida la de los OVNIS (en la formulación clásica, la tecnociencia requiere, se dice, "algo de inspiración y mucha transpiración"...).

Y, por otra parte, sé muy bien que, hoy, la ciencia tam-poco lo explica todo y, tal vez por ello, sigo interesado en la literatura especulativa como la ciencia ficción...

Es curioso cómo, ante los verdaderos misterios que rodean nuestra vida, siga habiendo gente que se "fabrica" nuevos miste-rios como el de los OVNIS. Como si no bastara con intentar conocer algo del universo, de la vida, de la sociedad, del ser humano, o, simplemente, pre-guntarse en serio por algunos de los muchos misterios insondables de nuestra civilización, como esa indecente e injusta repartición de la riqueza que amenaza la vida de tantos de nuestros semejantes. ¿Se preocupa por los OVNIS quien pasa hambre en Burkina Faso? That is the question…

Fuente: http://divulgamat.ehu.es/weborriak/cultura/Paginas/01032006.asp